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Enfermedades Mentales

  Editorial  

Adaptarnos a un mundo que no conocíamos ha sido difícil, muchos tal vez habían imaginado y dimensionado esto como la posibilidad de lo que ocurriría por culpa
del hombre y sus ideas, pero estaba sólo en los libros. Las distopías nos hacían imaginar
futuros inciertos, extremos, exagerados.


Había calles solas, sí; había incertidumbre, sí; había gobiernos que no sabían qué hacer, sí;
había muertos, guerras y angustia, sí. Cámaras vigilando, prohibiciones de libros y un mundo menos feliz, sí. Pues ahora estamos viviendo una distopía completa, un momento histórico por demás que jamás procuramos o pensamos que pudiéramos presenciar. Estamos haciendo historia aunque realmente no es lo que quisiéramos.

 

Esta edición de El Rollo debió salir en mayo, se suponía que la convocatoria debía 
realizarse a finales de marzo, gestionar su contenido en abril, diseñar, diagramar, editar y publicar la última semana de ese mes. Se suponía, además, que realizaríamos una edición sobre feminismo a principio de año y que crearíamos material sobre deportes, los juegos olímpicos, cubriríamos eventos e incluso, si todo salía bien, realizaríamos talleres y viajes. Todo estaba planeado, estructurado y pensado, todo estaba listo, hasta que llegó lo impensable. 


Hoy podemos afirmar que estamos dentro del mismo sartén, nadie tiene el mango, todos
estamos aquí, encerrados en este teflón dividido por quienes se pueden deslizar, por quienes
se pegan a lo que pueden y por quienes, como siempre, se aprovechan de las situaciones;
y ni hablar de los otros, los de allá, los que a nadie le interesa mientras resuelven su
propia situación. Hemos lavado más loza de la normal, hemos limpiado la casa tantas veces y desinfectado los espacios tantas otras que nos parece increíble aprender a comprar productos de aseo, alimentos no perecederos y papel higiénico; hacer reservas de alimentos, de dineros y turnarnos para salir a la calle. ¿Quién lo hubiese imaginado?
Fuera de eso, la ansiedad, la angustia y la incertidumbre se apoderaron de nosotros, muchos descubrieron su miedo a la soledad, su angustia al encierro; descubrieron que no les
gusta vivir con sus familiares, que la convivencia es difícil y que organizar las cosas no era
un trabajo tan sencillo. Nos hemos descubierto quietos, mirando al techo, pensando y rogando que todo esto acabe, pero ya había personas así, ya había angustias, ansiedades y esquizofrenias mucho antes. El cerebro ya les jugaba malas pasadas a otros. Tal vez no nos habíamos fijado, pero amigos ya sufrían de depresión, familiares ya tenían trastornos obsesivos compulsivos, y algunos conocidos ya tomaban medicamentos para poder soportar la angustia de estar vivos.

 

Esta edición se pensó como un acercamiento a mostrar y narrar lo que padecen quienes
se han diagnosticado con enfermedades mentales. Quisimos ser muy prudentes y mostrar
que esto nos toca a todos, nos puede tocar a todos, y que solo es cuestión de un momento,
de un suceso, de una pandemia para que encontremos que nuestro cerebro no es tan tranquilo y que nuestro actuar está mediado por cosas que ni nos imaginamos. Que es más común de lo que creemos sentirnos abrumados, con el mundo encima, tratando de cumplirnos, satisfacernos o hacer lo que se supone que debemos hacer. Es angustioso, además, cumplir esa lista de chequeo que nos impone la sociedad y, sobre todo, esa obligación de ser felices a como de lugar.

 

Abrimos, así, este número de El Rollo, un espacio que procuramos sea de diálogo y de
reflexión. Despedimos a los compañeros que ya no están con nosotros, a quiénes decidieron irse y a quienes la vida se los llevó antes. Pero bien pueda, entren, lean y cuéntenos qué creen o cómo viven las enfermedades mentales. Los esperamos en nuestras redes sociales, en nuestra página web y en cada mensaje de aliento que desde aquí les podemos dar. Recuerden que, a pesar de todo, esto también pasará…

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