TODOS SOMOS UNO CON
ALTAVOZ COLOMBIA 2020
Son varias las experiencias que uno puede llegar a vivir cuando se mueve en lo cultural, muchas de ellas se convierten en anécdotas que al narrarlas producen sonrisas, recuerdos y uno que otro madrazo; Altavoz, para mí, ha representado un espacio que ha dejado demasiadas historias y aprendizajes tanto a nivel personal, como profesional.
La última de ellas justamente este 2020, nunca pensé que estaría encerrado, protegiéndome de un virus y cubriendo un evento de manera virtual; la última banda que ví, literalmente en vivo, fue Suicidal Tendencies, justamente en la versión anterior de este Festival.
Así fue el parche este año...
Ciudad Altavoz significó la oportunidad de reencontrarme con caras conocidas así fuera a través de la pantalla y sentir de cerca a Medellín, una ciudad que me ha tratado demasiado bien y a la cual voy unas cuatro veces - mal contadas - a cubrir diferentes eventos. Fueron siete días donde conocí nuevas propuestas y reivindiqué el gusto por otras, la pregunta para el momento fue ¿Qué va a pasar con el evento internacional?
La flexibilidad de algunas de las normas a nivel nacional daba a entender que podría darse la oportunidad de viajar y estar en un lugar con aforo controlado cubriendo el Festival, pero contrario a ese sentir, las cosas fueron poniéndose un poco difíciles y finalmente Altavoz puso dos cartas sobre la mesa que para mí fueron fundamentales. La primera y ya vivida, es que volveríamos a tener conciertos vía streaming; la segunda, que el cartel sería integrado no solo por las 27 propuestas clasificadas en Ciudad Altavoz, sino que este evento, tendría un componente netamente nacional, en reconocimiento a los procesos y agrupaciones que de manera consciente han venido trabajando en el país por la música. Así pues, el cartel publicado días antes del evento fue el siguiente:
Llamó mi atención que el Festival integró un cartel de lujo con bandas de una trayectoria amplísima en la escena sonora colombiana; por otro lado, Altavoz sería albergado por tres de los escenarios más reconocidos a nivel cultural en la capital antioqueña, el Teatro Matacandelas, el Pablo Tobón Uribe y el Ateneo Porfirio Barba Jacob. Por último, la logística que demandó el evento, para tres días, se notó en la disposición de los escenarios y la puntualidad en cada presentación, un acierto tres de tres.
Una historia que se suma a las vividas
Estuve sentado tres días seguidos, conectado a un streaming que en información oficial del Festival arrojó 26 horas de transmisión, 99.768 reproducciones – tal vez cuando lean esto sean más – y un cartel que, como dijimos anteriormente, era de lujo.
Que no se sientan las mismas cosas que uno vive de manera presencial, es cierto, no solo lo pienso yo, algunos de los comentarios que leía uno en la transmisión hacían alusión a eso. Por ejemplo, desde lo personal, recuerdo que en 2007 cuando Grito prendió la cancha del Cincuentenario – aún sin tapete – casi que no me puedo subir al metro finalizado el evento porque tenía barro hasta en el pelo. En otra ocasión, cuando Molotov pisó suelo antioqueño en 2011, las puertas tuvieron que ser cerradas porque ya no cabía más gente, claramente, esto alteró los ánimos de quienes no pudieron ingresar; fue tanto el éxtasis dentro, que por momentos sentía que el piso se movía, era la gente saltando cada canción de los mexicanos. Los 15 de Altavoz también fue otra de esas vivencias que quedan tatuadas en la mente, aquí me puedo quedar escribiendo muchas más, pero estaríamos ya frente a una bitácora, sin exagerar.
Volviendo a 2020, las bandas a pesar de la ausencia de público dieron todo en la tarima, el Festival desde las 3 de la tarde dejó la vara altísima dando apertura con bandas con una forma de hacer música auténtica y bastante sólida.
Reviva el día 1 dando click aquí:
Otro hecho de marcado sentimiento fue volver a ver a bandas que hace más o menos una década no veía, insisto, no exagero en absoluto; más el componente de bandas locales que ya había apreciado en Ciudad Altavoz y que de un show a otro mostraron un nivel impresionante en sus presentaciones. No obstante, para mí y lo tengo que decir abiertamente, lo que más me impacto fue el homenaje al metal de Medellín, nueve canciones que en voz de sus creadores – exceptuando El Faltón de Carbure, Solo de Ekhymosis y Escudo y Espada de Kraken; que fue interpretada de manera sublime por Miranda – fueron llevadas a nuestros oídos con uso arreglos orquestales de una calidad impresionante.
Reviva el día 2 dando click aquí:
Los cierres, sin palabras, sobre todo el del último día, tuvimos la oportunidad de escuchar música colombiana fusionada con rock y otros sonidos del mundo, al bote se fueron los radicalismos y muchas bandas fueron pedidas para una versión presencial. Ojalá podamos poguear y saltar en la próxima edición presencial con carranga, pasillos, bambucos y currulaos.
No encontramos el link del día 3 pero acá encuentran todo lo referente al Festival:
Todos Somos Uno
Para ser sincero, no tendría mucho que decir desde lo negativo, tal vez una observación es que la conectividad falló a ratos y podía resultar incómoda tanta pausa en el show de una banda, pero seamos sinceros, ¿a cuántos nos ha fallado la conexión en aspectos como lo laboral o el ocio? Creo que a todos.
Lastimosamente nosotros, los medios nacionales, no pudimos estar de manera presencial, pero desde la distancia tuvimos la oportunidad de apoyar la causa. Una historia más que contar a nuestros colegas, una forma jamás pensada de estar trabajando en un evento que año tras año nos ha acogido de la mejor forma y nos facilita toda la información para nuestra labor informativa.
Agradecemos a la Secretaría de Cultura Ciudadana de Medellín y a todas las entidades vinculadas a este evento, gracias por llevarnos el Festival a nuestro hogar. Desde ya preparamos maleta porque estamos convencidos que el próximo año tendremos la oportunidad de estar con ustedes saltando, cantando y trabajando por esta cultura musical que nos une.
#TodosSomosUno
#NosUneLaCultura
Todos Somos Uno en la Revista El Rollo y Altavoz.
Christian Acuña.
Editor Fotográfico y Reportero
Revista El Rollo.